Él no sigue al equipo. Lo acompaña con devoción. Lo impulsa con su espíritu y con cada grito nos recuerda que ser aficionado también es un acto de amor.
Hay personajes que no necesitan uniforme para ser parte del equipo. Que no tocan el balón ni pisan el césped, pero que desde las gradas influyen, inspiran, transforman. Uno de ellos es Lucho Capital, un aficionado mexicano que, con máscara de luchador y corazón al rojo vivo, se ha convertido en el alma del Atlético Ottawa.
La primera vez que Lucho pisó el TD Place, no era más que un espectador. Pero algo pasó. El fútbol le susurró al oído, y él respondió con cánticos, con saltos, con un amor desbordado que pronto contagió a todo el estadio. Hoy, su presencia no sólo es esperada: es necesaria. Porque si el Atlético Ottawa juega, Lucho está ahí. Siempre.
Su voz se alza desde la grada como una trompeta de guerra alegre. No hay minuto de silencio con él en la tribuna. Cada saque de banda, cada presión alta, cada gol se vive como si fuera la final del Mundial. No importa el marcador. Importa la entrega, la pasión, la conexión, el ritual. Y en ese ritual, Lucho es el chamán.
No se trata sólo de grita. Se trata de representar. Lucho Capital es un puente humano entre México y Canadá, entre culturas, entre formas distintas de vivir el fútbol que encuentran en él un punto de encuentro. Su máscara no es sólo folclor: es identidad. Sus colores son los del club, pero también son la piel de un personaje que ha nacido en las tribunas para quedarse.
Los jugadores lo saben. Lo han visto saltar bajo la lluvia, cantar bajo la nieve, vibrar con cada jugada. Su energía también se siente en la cancha. Porque lo de Lucho no es actuación: es entrega total. No busca atención. La atención lo encuentra.
No importa si es abril o septiembre. Si es contra un rival clásico u otro cualquiera. Si es día de partido, su sangre mexicana se entrelaza con los colores de Ottawa, y su voz se convierte en eco colectivo. Porque no está solo. A su lado, otros aficionados han encontrado en él un faro, una chispa, un ejemplo.
No hay estadística que lo mida, no hay gráfico que muestre su nivel de influencia. Pero hay algo claro: en el corazón de la hinchada, Lucho ya es leyenda. Y no porque lo diga un medio o una crónica como esta. Sino porque cada niño que entra al estadio y lo ve, quiere gritar igual. Porque cada madre y padre que acompaña a su hijo sonríe cuando él pasa. Porque cada jugador, al mirar a la grada, sabe que hay alguien que jamás los va a dejar solos.
Lucho Capital no es sólo un fan. Es una historia que se cuenta en voz alta, entre tambores y coros. Una historia viva que se escribe con cada partido. Y mientras el balón ruede, él estará ahí: máscara al cielo, alma encendida y una pasión tan grande que hace que el TD Place no sea sólo un estadio sino su casa.